29.7.07

Yo no juzgo

Esa frasecita anda dando vueltas. Siempre.

Yo no juzgo ¿Quién soy yo para juzgar? No soy quién para juzgar, yo trato de ser feliz, vos tratás de ser feliz, y así, y así...

Y así.

Incluso está el relato bíblico ¿no...? ¿Cómo era...? Ah, sí: no juzguéis para no ser juzgados, con la misma vara con la que midiereis seréis medidos... ¿No?

Ajá.

No sé, a mi no me gusta. Me parece una sutil forma de escurrir los bultos pesaditos.

Yo creo que juzgar es inevitable. Claro, me dirán ¿y vos quién joraca sos para juzgar nada? ¿Juez? Ja Ja.

No. Juzgar no es sentenciar, es más bien tomar una posición frente a algo en búsqueda de lo que uno cree razonablemente bueno. Lo de "yo no juzgo" me parece una de las mentiras más baratas que pueden conseguirse en el negocio Accesorios y Prótesis para la Paz Espiritual.

Vivir es juzgar. Uno va y toma un camino, se come una banana, corre, mira pasar un par de piernas, se inclina sobre una página. Elige una revista y se duerme. Se emociona, se ríe o llora. Juzga todo el tiempo.

Y cuando dice "yo no juzgo" con demasiada frecuencia miente. Es verdad, no se puede juzgar cuando no se sabe; pero demasiadas veces "yo no juzgo" quiere decir en realidad "juzgo conveniente para mí callar mi juicio".

El hábito de esta práctica se vuelve sibilinamente creciente: se calla el juicio frente a los demás, se termina callando frente a uno mismo y por último se evita cuidadosamente todo análisis, toda inteligencia y toda reflexión, no sea que se me escape un juicio sobre algo. En suma: se ahoga la conciencia para que no se ponga molesta.

Porque la conciencia no es otra cosa que juicio.

Para juzgar se necesitan datos, discernimiento, compromiso, interés, sentido crítico. Para juzgar se necesita, casualmente, juicio. Cuando no se tiene nada de esto ni se lo quiere tener uno se transforma paulatinamente en un cretino.

Y francamente la frasecita de Jesús me extraña por oportunista. Mera estrategia ¿Qué es eso de "No juzguéis para no ser juzgados"? La abstención del propio juicio como forma de evitar el que caiga sobre uno no parece un consejo para gente muy dispuesta a mirarse de frente al espejo. Más bien una negociación algo chota: "Disimulá mis miserias y yo disimularé las tuyas".

Esto tampoco es una toma de partido por los virtuosos implacables, no es cuestión de convertir la vida en un infierno del detalle. Todos tenemos nuestros más y menos, pero me ocurre oír a demasiada gente absteniéndose de juzgar cosas más bien jodidas: "Fulanito mi cuñado es soldado en Irak y se cargó a unos cuantos civiles... yo no lo juzgo ¿eh?" Bueno, andate al carajo flaco; si no juzgás eso ¿qué vas a juzgar? Esa misma gente es la que se enfurece si el perro del vecino le mea la puerta.

El horror ante el mal ¿no es un juicio? El amor ¿no es un juicio? La pena o la alegría ¿no son juicios? No me refiero a juicios con tribunales, fiscales y jueces sino a juicios más íntimos y acaso importantes, esos que se llevan a cabo a cada momento y que deciden nuestra conducta.

No hay un Juicio Final, esa idea comporta una sugerencia de pasividad: "vos esperá que al final vas a ver". Lo cierto es que "el día del juicio final" es la expresión más usada para decir simple e irónicamente "nunca", una promesa irrelevante que deja escapar lo más importante y lo que verdaderamente decide la marcha del mundo: los juicios de cada momento en los que participamos o de los que desertamos.

El juego se juega aquí y ahora, la perdición o la salvación no ocurrirán dentro de milenios ni décadas ni al final de nuestra vida, sino que se nos ofrecen como alternativas todos los días. Y elegimos, aún cuando queremos convencernos de que no.

"No juzgar" es posar con sonrisa bobalicona al lado de un Hitler cualquiera. Estrechar una mano ensangrentada, hacerse el boludo hasta que la máscara sea inseparable del rostro, mirar de frente sin ver mostrando los dientes al flash delante de los ahorcados.

En esa clase de tarados se convierten quienes quieren convertirse en esa clase de tarados.

Yo quisiera evitarlo.

Buenas noches.

23.7.07

Chau, Negro


Se fue el Negro Fontanarrosa.

No es que uno tenga quejas acerca del particular, ya sabemos como funciona esto: uno pasa y se va. Eso podemos - aunque yo firmo bajo protesta - aceptarlo. Lo que sí molesta es que la existencia agregue esos chistes estúpidos, como el hecho de que una enfermedad se lo tenga que llevar a los 62 años y obstaculizándole la movilidad de las manos, precisamente, lo que llegado cierto punto no lo dejó ya dibujar.

Pero el Negro era de esos que doblan la apuesta y enfrentan el dolor con ingenio. Asistió a cuanta conferencia o charla lo invitaran, y cuando no pudo dibujar más empezó a recurrir a dibujantes amigos a quienes les dictaba ideas para reproducir, corrigiendo las obras hasta lograr lo que quería.

Fontanarrosa era de esos a quien uno le gusta llamar "de los nuestros"... aunque en realidad es uno el que se pregunta si merecería jugar en su equipo. Era de los buenos tipos, de los inteligentes y lúcidos. De esos que en su obra pueden ser sarcásticos sin ser destructivos y afectuosos sin ser complacientes. La clave del humor y de la inteligencia quizás sea esa: la del equilibrio entre la esperanza y el sentido crítico.

Con Boogie como con Inodoro el Negro representó a dos personajes que a mí me parecen contracaras. Ambos son caricaturas que se tutean con el surrealismo, pero mientras Boogie es un lumpen de mierda al servicio de quien pague (o sea: esos que "cuidan nuestra seguridad"), Inodoro es lo mejor del ingenio criollo. Sin embargo necesitamos a los dos personajes; Boogie no deja de tener muchas reflexiones de un cinismo lúcido que - vistas desde la vereda opuesta - nos enseñan mucho, porque el Negro no podía dejar de prestarle a semejante escoria algo de su inteligencia.

No sé si era comunista ni tiene demasiada importancia, pero en su humor y en su mirada sobre la sociedad y el mundo no puedo dejar de entrever algunos rasgos "de izquierda" que sin ser panfletarios indudablemente van más allá de la progresía bobalicona.

Con decirles que hasta podía transmitir y hacer simpática su pasión por el insufrible Rosario Central a un bostero intransigente como yo.

Nada. Se fue el Negro. Los buenos se van igual que los malos. Quizás un día podamos arreglar ese defecto que hace del Universo un sitio poco serio.

Buenas tardes.

12.7.07

El Pulga

Se había armado un debate interesante en el blog de Severian. Iba a opinar pero las intervenciones superaron previsiblemente mi inteligencia. Así que me dio por un cuentito que leí por ahí, no me acuerdo dónde, que no tiene nada que ver, claro.

Creo.

Bueno, el cuento se llama

El Pulga.

Pibe problemático el Pulga.

En la clase planteaba cosas fuera de lugar. Lejos de seguir dócilmente los derroteros que la maestra trazaba con tiza machacando los conceptos definitivos, el Pulga la ponía a prueba con la estúpida costumbre de preguntar. La maestra solía contestar:

- Eso está fuera del programa.

Cualquiera sabe que en esta vida salirse del programa es buscarse problemas.

La maestra trazó en el pizarrón algo que cualquier babieca entendería con facilidad: a = b.

El Pulga levantó su mano y la maestra, algo molesta, le cedió el uso de la palabra porque claro, era algo tan pero tan pelotudamente evidente que no se explicaba por dónde podría venir el hachazo. Sin embargo, acostumbrada a los planteos desconcertantes de su alumno rebeldón, no pudo evitar mirar hacia atrás fugazmente para controlar si estaba todo en orden: a = b.

- Maestra, eso no puede ser, “a” nunca puede ser igual a “b” porque son letras distintas.

La maestra recordó fugazmente el chistecito: “Si a = b y b = c ¿para qué carajo le ponen letras distintas?” Se dijo que sería una variante del mismo, así que con una cara más bien amenazante respondió:

- Escúcheme, alumno, esto es una representación.
- ¿De qué?
- De cualquier cosa, alumno. Una manzana es igual a otra manzana por ejemplo.
- Pero eso no es así maestra. No hay dos manzanas iguales. En realidad no hay dos cosas iguales en el mundo ¿no?

A esta altura la mitad de la clase reprimía la risa y la otra mitad se picaba con el Pulga, “cashate nene...”

La maestra suspiró.

- No, no hay dos cosas iguales...
- ¿Tonces? ¿Qué representan “a” y “b”? Cualesquiera sean las cosas que representen – dijo el Pulga que había aprendido la palabra “cualesquiera” no hacía mucho – esas dos cosas no pueden ser iguales, ¿no?

La maestra se exasperó. Pensó en cuánto le faltaba para jubilarse y pensó también que pensar eso la deprimía porque le faltaba demasiado y demasiado poco al mismo tiempo.

Pero se iluminó de repente con una pequeña astucia y trazó en el pizarrón:

a = a

- ¿Ve alumno, ahora le queda más claro?
- ¿Qué cosa?
- ¡El concepto, alumno! Ahora “a” es igual a “a” y en eso no hay refutación posible.
- Pero la primera “a” no es igual a la segunda “a”, son diferentes.
- ¡Pero de nuevo, no piense en la “a”!
- ¿Y en qué pienso?
- ¡En lo que representan!
- ¿Y qué representan?
- Una manzana, alumno ¡Una manzana, la misma, que es igual a sí misma!
- ¿Es igual?
- ¿Y cómo no va a ser igual?
- Y mire, yo tenía una manzana en la frutera de mi casa y ahora se machucó toda...
- ...
- ...o sea que cambia. ¡La manzana no es siempre igual, maestra!
- Es igual a sí misma aunque cambie, en un instante dado es igual a sí misma, alumno.
- ¿Qué es un instante?
- Un espacio de tiempo – la maestra contestaba monocorde viéndosela venir.
- Y durante ese espacio de tiempo... ¿no cambia?

La maestra suspiró. Pensó en un instante haciéndose más y más breve, infinitamente breve... y aún así siendo tiempo transcurrido, una fracción infinitesimal, sí, pero sin duda un abismo enorme durante el cual la maldita manzana, cada cosa existente, el mundo entero sufría transformaciones.

Pensó que ese instante eterno y efímero era el tiempo que le faltaba para jubilarse.

Sin convicción empezó una explicación acerca de los límites que tienden a cero, se enredó en cosas que estaban definitivamente fuera de su alcance y quiso restaurar su autoridad mediante la necesidad de respetar el famoso programa.

Pero el Pulga no cejaba:

- Maestra, no importa lo breve que sea el instante, las cosas cambian constantemente. La única forma de que algo sea igual a sí mismo sería que el instante fuera igual a cero, que no transcurra el tiempo ¿no? Lo que pasa es que nada puede existir sin tiempo... O sea que para que algo sea igual a sí mismo tiene que no existir.

Y remató con un comentario intelectual:

- ¿Qué raro no?

El Pulga ya lo había pensado antes. Manzana, mesa, cielo, “a” y “b”. Inventos. El Pulga sabía que los nombres de las cosas no son las cosas, que inventamos nombres para dividir a un universo cambiante en categorías que podamos utilizar, pero que el hábito nos ha hecho perder de vista el hecho de que en realidad todo se transforma, más rápido o más lentamente, en otra cosa. Otra cosa que a su vez también se transforma.

La impotencia de las palabras, es decir, de los conceptos formales fue intuida por
Mishima, por Borges, y por el Pulga.

Cuando el Pulga salió de la escuela mientras pensaba en todo esto se le acercó un tipo. Tenía alas. Le dijo:

- Hola, soy un ángel, y quería felicitarte por tu planteo en la clase.

Un poco sorprendido por el conocimiento que el ángel tenía de su intervención (se lo habría contado alguien) el Pulga lo miró extrañado y le contestó:

- Los ángeles no existen.
- Tenés razón. Soy un disfrazado nomás y voy para el corso ¿Venís?

Y se fueron juntos.

9.7.07

Alguien está muy nervioso.

Como habrán notado, se ha habilitado la moderación de comentarios.

Y ya muchos deben saber el motivo.

Pero mencionémoslo: este blog ha sufrido un intento de sabotaje. Vamos, un intento de sabotaje bastante pelotudo, pero que evidenció de parte de quien/es lo intentaron una carga de trabajo y persistencia verdaderamente notables que van mucho más allá del bardeo ocasional o las pasajeras ganas de molestar.

Quien lo intentó (en realidad me cuesta creer que haya habido más de un gil dedicado a esto) se tomo el trabajo primero de intervenir en los debates para romperlos y sacarlos de quicio con manifestaciones de odio, alusiones personales a mí y a otros participantes, y luego ya simplemente a inundar el blog de insultos a un ritmo sostenido. Contabilizo no menos de 100 intervenciones a puro copy/paste en las que el pobre infeliz tuvo que tipear laboriosamente otras tantas verificaciones de palabra.

Esto pinta con claridad a alguien súmamente interesado en este blog. Puede que por ser un pobre enfermito, ciertamente, pero hay un dato más.

El dato es que en medio de sus muestras de histeria el esforzado de marras intentó disfrazarse de supuestos bloggers que daban su nombre y apellido instándome a hacer lo mismo, a mí y a otros participantes. Un recurso conmovedoramente imbécil, pero que plantea la pregunta ¿para qué quiere alguien los datos personales de gente que meramente se entretiene discutiendo de política y otros temas?

Curioso.

Mi primera reacción fue de incredulidad, y es que todavía no termino de asimilar que este espacio pueda poner tan nervioso a alguien como para que se tome tanto trabajo, pero es evidente que sí. Esa evidencia me hizo correr el riesgo de sentirme mínimamente importante.

Lo cual hubiera sido - me dí cuenta - un grave error.

Estoy muy contento de que esto haya pasado, sí. Pero no porque este blog valga necesariamente dos mangos por sí mismo. Lo que sí creo que vale mucho es la mera intención y el placer de intercambiar ideas.

Eso quiere decir que si algún mérito tiene es colectivo y pertenece a todos. Y estoy muy contento precisamente por eso. Todos alguna vez nos preguntamos qué sentido tiene escribir o intervenir en un blog, si realmente vale de algo, si no se trata de una acción de alcance demasiado pequeño que no cambiará nada al fin y al cabo. Sin darse cuenta el pobre huevón que ha insistido tan tenaz como inútilmente nos ha dado una interesante respuesta: lo que hacemos tiene ciertamente alguna importancia.

Y la tiene porque los grandes cambios no vienen sólo a causa de grandes manifestaciones. Pensar, argumentar, reflexionar, son todas acciones que provocan un cambio, tanto en nosotros como en el medio. Debatiendo nos acostumbramos precisamente a eso: a debatir, a que el intercambio de ideas sea parte de nuestra vida, a que nuestra mente tenga por hábito la búsqueda de argumentos y puntos de vista. Apreciar el valor de lo aparentemente imperceptible es difícil, y curiosamente este ataque miserable tuvo el benéfico efecto de permitirnos justamente - a mí por lo menos - esa percepción.

La reflexión es también acción, las habituales burlas de los escépticos de barrio acerca de la inutilidad de todo intercambio de ideas por este u otro medio tienen una bonita refutación precisamente en este ataque. Lo que consideramos "acción" tiene siempre origen en las ideas que son su motor, por eso lo primero que prohíbe toda tiranía es pensar, actividad a la que todo imbécil tiene terror.

Y cuando hablo de ideas hablo de todas las que se expresan aquí, a favor o en contra, las cercanas y las que vienen desde posiciones ideológicas totalmente opuestas. Incluso las chicanas, las que me acusan de zurdo delirante, las que puedo considerar totalmente absurdas, las que han llevado a largos debates bastante caldeados, hasta las meras bromas. Todas llevan en sí mismas un valor intrínseco: el de contraponerse entre sí, el de crear algo nuevo.

Gracias a este ataque rastrero pude apreciar mejor este valor intrínseco, por contraste frente a la voluntad de romper, de sabotear, que no es más que expresión impotente del deseo de hacernos callar a todos.

El mundo cambia cuando le agregamos una idea.

Así que cuando nos pregunten qué hacemos participando en un blog podremos esbozar una tranquila sonrisa y contestar: "Perdiendo el tiempo".

Gracias a todos.

JC.

PS: La moderación de comentarios es un precio mínimo que hay que pagar por el beneficio de charlar. No creo que afecte mayormente el debate ya que bloggear me gusta y suelo atender el blog con frecuencia.

4.7.07

Los principios (más palos a la izquierda de su pantalla, señora)

En los debates que se suscitan en la izquierda hay una palabrita que surge con bastante frecuencia y es "principismo". Digamos que la definición de la palabreja significa simplemente fidelidad a los principios y a partir de ahí sigamos.

Lo curioso es que desde hace ya algunas décadas el término viene a cuento casi siempre dicho en forma despectiva y asociada a defectos que sin duda son muy reales en la izquierda: fragmentación, falta de vocación de poder, soberbia, pelotudez, etc.

Según este discurso es la exagerada fidelidad a ciertos principios lo que mantendría la fragmentación, la falta de voluntad para llegar a acuerdos, en fin: la falta de pragmatismo y eficacia para construir una alternativa de poder.

Y la receta entonces es simple: hay que ser menos "principistas", hay que olvidarse un poco de tanta pureza química y hacer política "real" para dejar de ser – y aquí viene otra palabrita frecuente – "testimoniales". Entendamos esta última como la mera vocación de dar testimonio, de ser fieles a una postura sin tener en cuenta cuánto conviene dicha fidelidad a nuestras ambiciones.

Este es hoy el discurso dominante en la izquierda, y también en la progresía que no deja de reprocharle a la izquierda su "principismo"; sin ir más lejos en el debate anterior alguien habló de que en política es necesario "chapalear en el barro".

Bueno, yo creo que todo esto es una seria meada fuera del tarro, si me perdonan la criollada.

En primer lugar oponer los principios al pragmatismo y la eficiencia es un error, porque los medios y los fines no son compartimientos estancos, como no lo son la forma y el fondo. Hacer algo de una manera y luego de otra es en realidad hacer cosas distintas.

Yo creo que el problema es al revés: si algo escasea en la izquierda son precisamente los principios, y creo que justamente es la falta de principios ideológicos lo que mantiene la fragmentación y el escaso peso social de la izquierda.

Hay algo que es evidente para cualquier persona que se reivindique marxista con una mínima convicción, y también para cualquier persona con un poco de sentido común y honestidad brutal: el sistema capitalista no ofrece salidas, no al menos para los que están jodidos de veras. Y para los que aún se mantienen a flote el futuro es cualquier cosa menos seguro. No creo que nadie maneje perspectivas realmente optimistas a mediano plazo.

Entonces ¿por qué no abordamos la discusión de fondo? Y particularmente ¿por qué no lo hace la izquierda? Esa discusión sólo puede darse desde los principios.

Lo que muchos apologetas del pragmatismo sostienen es que toda discusión ideológica está perimida, o que por lo menos no es tácticamente conveniente, que es mejor ir a lo "inmediato" y "concreto": la baldosita, el semáforo, etc. Todo chiquitito. Sin embargo creo que a poco que se excave en el alma de cualquier vecino de un barrio desfavorecido nos encontraremos enseguida con que quién más quién menos asume una convicción sencilla y profunda: estamos fregados.

Actuar en los conflictos inmediatos no sólo es necesario, es muy importante No puede todo ser una grandilocuente llamada a la destrucción del sistema. Pero hemos acumulado tanto miedo a la grandilocuencia que ya ni nos atrevemos a hablar de un mundo distinto y utilizamos la ironía cada vez que podemos como último recurso ante las escasas posibilidades que vemos para cambiarlo.

Montarse en un conflicto cualquiera para protestar es algo que puede hacer cualquier partido, incluso uno que no quiera cambiar nada. Lo que debería distinguir a la izquierda marxista es precisamente la vocación de cambiar el mundo y la convicción de que es no sólo posible sino indispensable.

Yo creo que la gente desconfía de la izquierda porque a pesar de que el apoyo a tal o cual causa o conflicto pueda ser reconocido como justo, todos entienden que el fin último de una organización marxista tendría que ser un cambio revolucionario. Si asumir esta verdad plenamente es difícil, más lo será si el partido que se presenta como "marxista" no se atreve a plantearlo con seriedad.

Si nosotros no creemos, no podemos esperar que nos crea nadie.

Y si no somos fieles a principios ¿entonces a qué somos fieles? ¿Por qué nos avergonzamos de tener principios? ¿Qué clase de perversión es esta en que los principios se han convertido en motivo de burla?

Yo creo que los principios y la rectitud son lo mejor que tenemos, y lo mejor de nuestra historia. Enfrentarse al poder no se hace desde el cinismo. Se puede tener humor, se puede ejercer la ironía. Pero lo que hizo que muchas personas le pusieran el pecho a una muerte no precisamente agradable fueron sin duda unos principios arraigados. Identificarlos hoy como un error no me parece que vaya a darnos nada mejor.

Al fin y al cabo ¿no manejamos ciertos principios en nuestra vida cotidiana?

Y no sólo eso, creo que es además la postura más certera; cuanto más firmemente sostengamos principios tanto más evidente será la solución a las cosas sencillas y pedestres. Por el contrario, limitarse exclusivamente a "lo concreto" es entramparse en el retroceso perpetuo.

La izquierda hoy rebosa de "pragmatismo", se monta en los conflictos inmediatos y los fogonea pero sin ir a más, pide el voto como cualquier partido burgués, organiza a los desocupados y va al ministerio tal o cual para pedir comida. Estas son estrategias pragmáticas que servirán para sacar un par de diputados, pero depender exclusivamente de la bronca y atender a los sumergidos como una clientela esperando que esa bronca atraiga votos es una estrategia pobre. La bronca sola, huérfana de ideología lleva a votar a cualquiera que no esté en el poder: Macri, Rico, Bussi u otro esperpento cualquiera.

Se dice que la izquierda está demasiado "ideologizada", y yo otra vez creo que no, que precisamente su nivel ideológico es muy bajo. El nivel ideológico es alto no cuando se es capaz de recitar libros de memoria sino cuando se pueden relacionar los problemas cotidianos con un planteo ideológico claro y sin complejos. Mostrar a una persona cómo desde el problema cotidiano y urgente se llega hasta una visión del mundo – el marxismo es precisamente eso – es una tarea imposible si no tenemos... una visión del mundo precisamente.

Lo que me parece es que lo mejor desde el punto de vista de la misión de la izquierda (que me parece no es meter uno o dos diputados sino algo más que eso) es explicar las cosas claramente. Que dentro del sistema capitalista no hay salida y que destruir ese sistema y cambiar la propiedad de los medios de producción es una tarea muy jodida en la que se debe enfrentar a un poder inmenso. Que no es gratis. Que es un poder seriamente consolidado (en lugar de ese optimismo descolgado que expresa la izquierda en sus periódicos), que es una lucha larga y dolorosa, que hay que superar muchos desalientos.

Y además: cómo se enfrenta a ese poder, con qué medios, qué fuerzas y qué debilidades tiene el pueblo, cuáles son las precauciones y cuáles las posibilidades, cuándo es el momento y cómo nos daremos cuenta, cuáles son las consecuencias. Creo que ese debate está totalmente ausente.

Por supuesto que yo no tengo la respuesta, digo simplemente que ya es hora de empezar a discutirlo seriamente, porque si no se discute esto entonces no tiene sentido discutir otra cosa. Al fin y al cabo el poder y la represión no los van a odiar ni más ni menos por eso.

Porque si pensamos que todo se resuelve metiendo un par de diputados, lo que resultará es que ni eso.

Como hasta ahora.